Ya hemos hablado en varias ocasiones del día de la puesta de la primera piedra. Un día emotivo y fortalecedor. Para mí fue un día además muy duro, ya que vi con mis propios ojos la necesidad de esa gente.
Al llegar, estaba todo casi preparado, solo hacía falta poner las sillas, y ahí todos querían ayudar. Me llamó la atención un niño que intentaba mover montones de sillas con una sola mano, pronto me di cuenta que el brazo que no podía mover tenía algo raro, estaba como retorcido. También cojeaba.
Lo tomé de la mano y lo llevé con Carmina, nuestra pediatra toubab, para que le mirase el brazo. La comunicación con él era difícil, el niño debía tener alrededor de 8 años y no hablaba francés. Algunos niños le traducían nuestras preguntas al Wolof, pero nos contestaban igualmente en Wolof y lo que no facilitaba la comunicación. Finalmente, con la ayuda de Eugene, conseguimos descubrir la historia del niño. Se había caído de un árbol hacía ya algunos años, y no le habían llevado a ningún centro de salud para tratarle el brazo (y la pierna) que debía haberse roto en aquella caída.
En ese momento vi lo importante que es nuestro proyecto. La atención rápida de los enfermos puede hacer que esas pequeñas caídas, o fracturas, se queden en meras heridas de guerra y no en lesiones de por vida que les impedirán disfrutar de una calidad de vida mínima. Ese niño podría mover el brazo y poder jugar como los demás niños, incluso podría aprender una profesión. Por desgracia, ese niño tendrá que vivir el resto de su vida con una minusvalía. Pero a los niños de Sam Sam y a los que están por venir aún podemos ayudarlos.
Pon tu gota, juntos lo conseguiremos.
¡Gracias Toubab!